Durante la lactancia, los anticuerpos contenidos en la leche materna ofrecen protección y mantienen el equilibrio de la microbiota bucal. Sin embargo, en el momento en que se incorporan alimentos distintos a la leche materna, debe dársele agua al bebé después de ingerir alimento, para diluir los azúcares y las sustancias orgánicas y de esta manera, limpiar la mucosa bucal.
Igualmente, cuando los dientes erupcionan en la boca, debe empezar a practicarse la higiene. El bebé es todavía muy pequeño cuando los dientes empiezan a salir, por lo tanto, es la madre la que debe retirar con una gasa húmeda los restos de alimentos, por lo menos dos veces al día: al levantarse y antes de acostarse.
Hay que enfatizar que no se debe acostumbrar a los niños a dormir con el biberón o tetero, ya que las sustancias azucaradas y lácteas de los alimentos para bebés favorecen el crecimiento bacteriano y la colonización de los primeros dientes, lo que conllevará a la aparición de una condición que se conoce como "caries rampante" o "caries de biberón".
El hecho de que un niño esté expuesto durante toda la noche a los azúcares y lácteos enriquece el ambiente que produce el crecimiento bacteriano. Los alimentos se descomponen durante horas y crean un ácido que debilita el esmalte, que es fácilmente colonizado por las bacterias multiplicadas causando grandes lesiones cariosas que incluso pueden dañar los futuros dientes permanentes. Estas bacterias también causan infecciones en los tractos aéreo y digestivo, causando gran malestar y dolor en los niños afectados.
Aproximadamente a los 6-8 meses erupcionan los dientes centrales inferiores, y a los 2 años y medio-3 años, el niño tendrá todos los dientes temporales, por lo que a medida que el infante vaya adquiriendo destreza manual debe enseñársele a cepillar los dientes por cuadrantes, por medio de la siguiente técnica: hacia abajo en los dientes superiores, hacia arriba en los dientes inferiores y hacia atrás y adelante en las caras masticatorias de las muelas.
Para lograr mejores resultados, un adulto debe terminar de hacer la limpieza, hasta más o menos los 4 años, donde el hábito y la técnica deberían estar aceptablemente afianzados.
Cuando el niño presente su dentición temporal completa (alrededor de los 3 años), debe tener su primera consulta odontológica. Si desde el nacimiento de los primeros dientes se ha mantenido una buena higiene bucal, a los 3 años no debería existir caries, sin embargo, el odontopediatra podría iniciar un tratamiento preventivo y de cuidado profiláctico para evitar no sólo la aparición de lesiones cariosas, sino el diagnóstico temprano de maloclusiones (mordida incorrecta) y controlar hábitos no deseables que puedan dañar la posición correcta de los dientes, como es la persistencia del hábito de succión del pulgar.
El hábito hace al monje
Para la presidenta del Colegio de Cirujano Dentistas, María Eugenia Valle, “en nuestro país existe una cultura de mala higiene bucal sumada a la tardía y esporádica visita al odontólogo. Lo importante es que los padres creen el hábito desde temprana edad para así prevenir futuras patologías, además de las aprehensiones y fobias al especialista”.
En un niño sin caries, la visita al odontólogo no será traumática, ya que no es sometido a ningún tratamiento doloroso, sino más bien de control y profilaxis.
Indudablemente, la prevención es un factor importante. Si se cuida la salud bucal desde el nacimiento del bebé, y se inician las visitas al odontopediatra a temprana edad, es muy difícil que el niño y el futuro adulto tengan lesiones cariosas o de otro tipo. Las enfermedades en general no ocurren súbitamente, casi todas aparecen en sus inicios como signos y síntomas leves, que van empeorando si no se tratan a tiempo. La caries no es la excepción. La aparición de cualquier tipo de pigmentación o cambios en los dientes o en la mucosa bucal de un niño o de un adulto debe ser motivo de una consulta odontológica, no hay que esperar a que los signos y síntomas se vuelvan severos para acudir al especialista.
Una nutrición balanceada garantiza un buen estado de salud general y bucal. Los alimentos ricos en azúcares, los carbohidratos y los alimentos pegajosos, favorecen la aparición de caries. Se deben dosificar las gaseosas, las bebidas pigmentadas, entre otras.
El consumo de frutas y vegetales es muy significativo, pues de allí provienen una gran cantidad de vitaminas que ejercen un efecto protector contra infecciones y fortalecen el sistema inmune o de defensa del cuerpo.
El mayor incentivo de los padres debería ser asegurarse de la salud bucal de su hijo, un control odontológico desde temprana edad evita la aparición de caries y maloclusiones, que a largo plazo se complican y traen como consecuencia tratamientos más traumáticos, eventos de fobia al odontólogo y por supuesto un mayor costo, pues prevenir es mucho más económico.